La información que circula en las redes sociales y registros en Internet
supera a la que cada persona puede generar, controlar o borrar. Causas y
consecuencias de una red que acumula datos y nunca olvida.
Estoy aburrido en la oficina." Marcelo F. subió este
post unas tres o cuatro veces en los últimos treinta días a su cuenta de
Twitter. Fue su último mes en ese trabajo. Entre sus seguidores estaba
su jefe, que decidió poner fin a tanto tedio, y no le renovó el
contrato. A Sandra, ejecutiva en un banco internacional, no le fue mejor
cuando decidió unirse a un grupo de Facebook cuya consigna es Abajo el
sistema financiero global. Sus empleadores le pidieron que renunciara si
sus valores estaban en la línea opuesta de los de la compañía.
La justicia laboral de La Rioja avaló este año el despido
de una empleada del departamento de Sistemas de una empresa por usar
las redes sociales en horario de trabajo. El argumento no fue sólo el
tiempo que dejaba de dedicarle a su tarea específica, sino los recursos
(ancho de banda) que consumía al cargar y descargar continuamente videos
e imágenes. En tanto, varios casos de ciberacoso laboral han sido
probados a partir de mensajes de los jefes en casillas de correo y
perfiles de redes sociales de los empleados, con términos impropios o
fuera del horario laboral. Y ni hablar de los pedidos de divorcio
surgidos a partir de descubrir relaciones paralelas en foros, chats,
casillas de correo y muros de Facebook, que hoy motivan, según datos de
un estudio de abogados especializado, hasta el 70% de las demandas.
Hoy como nunca, los avances tecnológicos nos dejan
expuestos. Con la irrupción de la llamada Web 2.0 no hace falta ser una
celebrity para que virtualmente todo lo que decimos u otros dicen de
nosotros se encuentre a un clic de hacerse público, o al menos de llegar
a ojos y oídos de quien menos quisiéramos.
Según un estudio de la consultora IDC patrocinado por la
compañía tecnológica EMC, estamos asistiendo a un crecimiento explosivo
de la información digital, y los individuos generan el 75% de los datos
que circulan en Internet. El estudio, titulado El diverso y explosivo
universo digital, analiza el crecimiento mundial de la información al
año 2011. En él se destaca que "las personas dejan una huella digital
como usuarias de Internet y las redes sociales, teléfonos celulares,
cámaras digitales y transacciones con tarjeta de crédito. Sin embargo,
más de la mitad de la huella digital de una persona no es generada por
ella misma, sino que corresponde a la llamada sombra digital. Esto es,
la información que figura en registros financieros, listas de mailings,
búsquedas en la Web, imágenes obtenidas por cámaras de seguridad, más
todos los tags y post que otras personas realizan a través de blogs,
portales de imágenes y redes sociales. Se trata de una ingente cantidad
de datos acerca de uno mismo, sobre la que no tenemos muchas veces
conocimiento ni control.
Reputacion online
Al buscar en Google los antecedentes de un conferencista
internacional, el primer sitio que aparece es el de una asociación que
lo acusa de pedófilo; aunque unas páginas más adelante en el buscador,
el profesional desmiente tal acusación en su blog. En tanto, al buscar
los trabajos de investigación de un profesor universitario, se leen
primero los comentarios sobre sus constantes llegadas tarde,
explicaciones inentendibles y clases soporíferas en un foro de alumnos.
Internet almacena y muestra todo: información falsa y
verdadera, neutral e interesada, superflua y relevante. Allí está todo
mezclado, como la Biblia y el calefón. Y como le viene ocurriendo a
muchas marcas, también las personas de carne y hueso pueden ver afectado
su buen nombre y reputación online.
"El principal capital de una persona es la credibilidad y
por eso hay que cuidarla", apunta la periodista y docente del Centro de
Educación Virtual del Knight en la Universidad de Texas, Sandra
Crucianelli. "Hoy, las audiencias no quieren hablar con empresas, sino
con personas que trabajan en esas empresas. La reputación online forma
parte de nuestro CV", destaca.
"Debemos empezar por no dañar nosotros mismos nuestra
imagen, y tener en cuenta que nada de lo que se dice en Internet y las
redes sociales es realmente privado -apunta Crucianelli-. Potenciales
empleadores podrán leer en el futuro cada cosa que dijimos o se dijo de
nosotros en Internet."
De hecho, en América latina, el 40% de las empresas usa
las redes sociales como herramienta para ampliar la información de los
candidatos, según un relevamiento del portal de empleos Bumeran. La red
más usada es Facebook, seguida por LinkedIn, cuyo perfil es netamente
profesional, y Twitter.
Según el mismo informe, un 30% de las compañías reconoció
haber descartado a algún candidato por la información que encontró en
las redes sociales. Entre los principales motivos está el haber
descubierto que mintieron en su CV, o que hablaron mal en la Web de sus
empleadores, compañeros o clientes.
Internet perdona, pero no olvida
La mayoría de las personas no piensa que un reclutador
vaya a leer la información que vuelca en una red social. El problema no
se limita que alguna vez hayamos puesto esa foto o comentario allí. El
problema es que no podemos borrarlo. No basta con pulsar delete o mover
el mensaje, comentario o imagen a la papelera de reciclaje. Siempre
quedará una versión en el caché o la última captura que el sistema hizo
de ese contenido. Si evitamos subir a nuestro perfil aquella foto en la
que aparecemos en situación poco decorosa, no faltará el amigo?que lo
haga por nosotros y además nos etiquete. Y por más que borremos de la
casilla de enviados aquel mensaje injurioso o inapropiado a nuestra
pareja, amigo o jefe, no podremos borrarlo de su casilla de recibidos.
"El hecho de que Internet no pueda olvidar es una amenaza
a nuestra identidad y a la posibilidad de reinventarnos y empezar de
nuevo, superando nuestro pasado", sostiene el profesor de Harvard,
Viktor Mayer Schönberger. En su libro Delete: The Virtue of Forgetting
in the Digital Age, destaca la importancia del olvido social. Para el
especialista en seguridad y privacidad de la información, "una sociedad
en la que todo queda registrado nos dejará anclados por siempre a
nuestras acciones pasadas, volviendo imposible tomar una segunda
oportunidad para enmendarlas."
Retomando la idea de Schönberger, Alejandro Tortolini,
periodista argentino y docente de herramientas digitales en el posgrado
en Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra, inició hace
tres años una campaña a favor del olvido en Internet. Junto con su
colega rosarino Enrique Quagliano proponen que, salvo en los casos de
información generada por entes y funcionarios públicos, "la información
personal en Internet tenga fecha de vencimiento y que sea el usuario
quien decida cuándo darla de baja."
Como Funes, el personaje de Borges que no podía olvidar,
la sociedad digital necesita borrar algunos datos y recuerdos para poder
proyectarse hacia el futuro.